
Superficie de desgaste natural.
El singular oficio del herrador de antaño no desmerece el practicado por los actuales; si bien es verdad que los avances tecnológicos propios de nuestros días facilitan su labor de forma notable. Como en otros casos, la fabricación de la herradura fue en un principio puramente artesanal, pero se vio favorecida también por la revolución industrial. La aparición primero de algunas máquinas, y luego de auténticas industrias, comienza lentamente a sustituir el duro trabajo de la forja por los pedidos directamente a las fábricas, nuevos proveedores. Ya Thary intuyó que con el nacimiento de estas máquinas pronto se sustituiría por completo el trabajo manual preparatorio, es decir, que el herrador se liberaría del penoso trabajo de la forja, del trabajo que hacía tañir los yunques constantemente. Con este cambio tan radical, los nuevos aprendices se podrían dedicar de lleno al estudio del pie de los caballos y también aunque fuese de forma marginal del pie y del herrado de los bueyes. Éste fue otro paso que confirmaba la especialización creciente del oficio.

Pie preparado para recibir media herradura (Charlier) y pie herrado (Jungwitz).
La fabricación artesanal o la fabricación a mano, se sigue enseñando en la actualidad en algunas escuelas de herradores, es notable destacar por ejemplo el caso de la Escuela de Herradores de Utrecht en Holanda, donde los estudiantes aprenden a darle forma a la lámina de metal hasta transformarla en herradura. Posiblemente sigan los métodos tradicionales. Según Sainz y Rozas para forjar bien por el procedimiento ordinario, el herrador necesita una serie de cualidades y de habilidades: Fuerza, destreza y un golpe de vista seguro y exacto; pero sobre todo profundos conocimientos en el arte de herrar. La fuerza es indispensable en el forjado, sobre todo en el caso de tener que fabricar durante muchas horas consecutivas, como era el caso usual. La destreza se adquiere con el trabajo. El golpe de vista, sería equiparable al “ojo clínico”, la facultad o la intuición de saber cuando y donde golpear para dar la forma precisa y necesaria. Algo innato para algunos; pero fruto de la experiencia que da el trabajo diario para la mayoría.
En la fabricación a mano, el forjador se colocaba de pie, mirando a la cara posterior del yunque y ligeramente inclinado hacia delante. Debía estar a la distancia justa para trabajar cómodo, a un paso del yunque. Las técnicas tradicionales descritas por Thary diferenciaban entre otras el método de la barra simple, llamado así por usar el artesano un trozo cortado a frío de una barra de hierro de herrador, éste era uno de los más habituales. El procedimiento de la barra rellena, consistía en doblar herradura vieja a condición de que sus ramas encerrasen también algunos trozos de metal aplastado, que era el más empleado en por los herradores porque reciclaban restos que de otra manera tenían difícil salida del taller. La técnica de la barra oscilante consistía en el uso de varios cuartos estirados y más o menos aplastados los unos sobre los otros. La de la barra de cama, era fruto del uso de una herradura vieja sobre la cual y sin doblarla el herrador colocaba los restos más pequeños, dándole al aplicar el calor sobre el conjunto su grosor primitivo. Estas dos últimas eran raramente empleadas por la dificultad de su ejecución.

Herradura para estudiar la presión.
En el año 1879 parece que en España aún no existían máquinas capaces de fabricar herraduras, al menos según la nota escrita por profesor de la facultad de veterinaria de Zaragoza mencionado anteriormente que reza:
“En los Estados-Unidos se han inventado unas máquinas con las cuales se construyen las herraduras con la mayor perfección, como no las conocemos, no podemos hacer la descripción de ellas ni su manera de funcionar, así como tampoco indicar á cuánto asciende su coste.”Aunque en este caso menciona a los Estados Unidos, otros autores señalan que las primeras herraduras de fabricación seriada o mecánica se debieron a un veterinario militar llamado Dutreilh, que obtuvo el privilegio para su fabricación alrededor del 1848. Posteriormente cedió sus derechos a las Forjas de Montataire, según un artículo publicado en la revista Journal d´Agricult. Pract. en 1869, que explotó su método. A pesar de todo ello, la implantación de la herradura construida de esta manera fue muy lenta; aunque acabó imponiéndose por la regularidad de las piezas que suministraba a los herradores, su calidad y sobre todo su bajo coste, que hacía posible almacenar gran cantidad de ellas para su posterior aplicación en frío cuando fuese necesario. Por estas ventajas los primeros interesados en su uso fueron las caballerías de los distintos ejércitos, que como grandes consumidores de herraduras no fueron ajenos a estas mejoras. A pesar de ello el Comandante de Intendencia Luis Constante, en el año 1922 habla del uso de la herradura de gozne y doble gozne, similares a la ordinaria pero partidas en dos y unidas por un pasador, estas herraduras pueden abrirse o cerrarse pudiendo ser aplicadas a cualquier tipo de casco. El herrado de recurso puede poner de manifiesto que en campañas militares no se portaran herraduras ordinarias por la diversidad de cascos distintos y el peso consecuente de transportar tantos recambios; o quizás simplemente éstas se destinaran a cubrir los pies y las manos de morfología más extrema.

Herrado de Charlier en Buey.
En cualquier caso, a partir de la segunda mitad del siglo XIX florecen en la Europa más avanzada industrias de fabricación o de semifabricación de herraduras. Francia, con las forjas de Grenelle y de Yory; Inglaterra, con la Manufactura de herraduras de caballos de Londres; en Alemania, en las fábricas de Röhrig son algunos ejemplos.
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